Exprimiré la última gota del trapo y si cae en mi
boca, la disfrutaré desde el inicio hasta el punto de asentamiento. La
sentiré correr por las vías digestivas como un torrente que humedece las
sensaciones acumuladas en las paredes que conducen al alimento, quedaré
saboreando la saliva que emergió producto del encuentro y la tragaré
lentamente, hasta que la resequedad propia de la terminación del manjar,
me haga ver hacia otro lado y me obligue a trasladarme para adquirir
un envase con miles de gotas, las cuales no producirán el mismo efecto,
pero establecerán una satisfacción temporal, la cual permitirá caminar
al lado de la inevitable fluidez del tiempo.
Si por otro lado ocurriese la condición adversa, y la gota se pierde en
el trayecto definido entre el trapo y mi boca, me encontraré en el
punto intermedio, el de la resequedad sin satisfacción, la terminación
de algo que no se inicio, una paradoja, interesante para analizar y
discutir, pero no por mucho tiempo, porque igualmente tendré que
trasladarme, tendré que moverme.
De una u otra manera, la tierra
absorberá a la gota, quizá ésta se evapore para formar parte de algún
sistema climatológico o alguien se hidratarà, las consecuencia siempre
será la misma, la resequedad llamará a la gota, la gota podrá reducir la
resequedad o simplemente la intensificará.
Con o sin paradojas, la necesidad siempre estará ahí y la gota será la estrella del espectáculo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario