La realidad es temporal,
tanto en el contexto de la vida como en cada uno de los lapsos que la
componen.
La realidad es pulsante,
sobresaliendo generalmente los estados estables y aburridos sobre los
explosivos o notables.
Cuando la realidad es
intensa por largos periodos, la rutina queda expuesta y devora la
tranquilidad de las personas, lo cual es soportable a tempranas
edades, pero con la madurez, el cuerpo generalmente no soporta tanta
tensión, en consecuencia, nos apegamos a los picos temporales para
establecer una especie de equilibrio, que nos permita brincar entre
realidades deseadas pero difíciles de mantener en la mencionada
rutina.
Pareciera que muchos
individuos tratan de amoldar su figura a las áreas o volúmenes de
esos picos periódicos, los cuales se asemejan al ambiente fetal
donde la protección es extrema, para así desahogar las tensas
vivencias que se acumulan en los tiempos rutinarios, generándose una
especie de adicción a un juego o drogas, de los cuales podemos
escapar, pero siempre quedan las huellas en la humanidad de cada ser
vivo, equivalente a las permanentes estrías que marcan las carnes
que se han hinchado durante la juventud.
La ventaja de lo dicho en
el párrafo previo es que el cuerpo y la mente se acostumbran, se
adaptan, inclusive se prostituyen, y lo que en la línea del tiempo
pareciera una excitante aventura, se transforma igualmente en rutina,
reduciéndose en consecuencia, los picos que creemos son la esencia
de la felicidad. En este punto, las áreas o volúmenes contenidos en
los picos se van reduciendo gradualmente hasta que estos se vuelven
virtualmente invisibles y desaparecen de nuestro mapa presencial,
momento en el cual nos encontramos en el umbral de la muerte, que
representa la rutina definitiva de cada entidad corporea.
Como dicen por ahí,
podemos estar muertos aún estando vivos, tratándose esta realidad
de la antesala a lo inevitable, aunque sigamos creyendo que los picos
artificiales que creamos o inventamos, son relojes existenciales que
nos ofrecen tiempos adicionales para salir de la rutina.
La realidad es cruel
aunque optemos por engañarnos pensando que es agradable en nuestro
entorno inmediato. La cruel realidad nos saluda constantemente cada
mañana, recordándonos en las caras y acciones de quienes nos
acompañan, que la felicidad es un concepto etereo y extremadamente
complicado.
Finalmente solo nos resta
avanzar cual cazadores buscando áreas y volúmenes donde
zambullirnos temporalmente para iniciar los cliclos ya conocidos, los
cuales cierran a ratos las puertas de las realidades que no nos
atrevemos a enfrentar.
Buenos días cruel
realidad.
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