martes, 13 de marzo de 2012

En ese recinto

La lucidez no tiene cabida, las verdades, llamaradas de fuego.
Los medicamentos formales o auto administrados pueden esperar.

Pensamientos apacibles y extremos. Danza ritual y cautivante.

No sobreviven las expresiones molestas, ni los golpes parte del
diario trajín.

Solo está él. Su cuerpo semi desnudo siente los rigores del frío pero las fuerzas para tomar un abrigo están en reposo. La poca y vistosa indumentaria aunque incompleta, expresa algo, nada interior. Uñas e medio cortar. Cabellos humedecidos por el ejercicio practicado previamente.

Un elixir característico.

En ese recinto... Su recinto….

Técnicamente él es dueño de las acciones, de las situaciones inimaginables, aborrecidas por muchos. Él puede hacer lo que se le antoje y jamás hacerlo público.
 
Tiempo indefinible, confuso. Horas cual segundos, que abarcan el laberinto de los recuerdos. Empañan al futuro.

Solo con sus latidos sincronizados a veces con los párpados.
Solo con el estridente sonido desarticulado. Un tinnitus que se asemeja a miles de trompetas, antesala de una historia épica. Inevitable deficiencia fisiológica.
Salvaje erosión de las superficies que albergan las cosechas no fructificadas aún.

Un estado somnoliento lo atornilla en el frío sofá, cual negra y potente fuerza de gravedad. Su humanidad pareciera ser absorbida lentamente por el característico mueble que alberga sus humores.
 
El rápido movimiento de las pupilas crea ilusiones y temores. Sus miembros pesan cada vez más, mientras el subconsciente escudriña los posibles sueños a recrear para acelerar el descanso.

La película corre aceleradamente en la pantalla colocada justo frente a sus ojos. Cada vez que los abre nota que el tiempo se ha diluido en su descanso temporal, una película discreta en la que debe atar los cabos para saber su contenido.

Él siente ocasionalmente los sonidos del entorno familiar y abre sus ojos para demostrar que no se ha rendido ante el reparador sueño. Su esposa se mueve como fantasma resolviendo tareas nocturnas del hogar, su hijo se levanta para ingerir agua, a veces con pesadillas por lo que le pide ser abrazado y despejar el miedo con su protección paternal.

En ese recinto... Su recinto….

La sesión culminó, se acabaron las monedas ficticias que casualmente encontró en sus bolsillos para activar las sensaciones. Ahora debe ir formalmente a la cama para levantarse en dos o tres horas e iniciar nuevamente la rutina del día.

Otro día ha de transcurrir para volver a entrar, el tiempo es necesario para abrir nuevamente la puerta.

Bastarán esas horas de existencia automática para saturar los pensamientos y transportarlo a esos momentos que lo desconectan de la realidad, donde los escrúpulos ni siquiera humedecen el ambiente para calmar la sed, en ese desierto que llamamos existencia.

En ese recinto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores