viernes, 19 de febrero de 2016

Árboles, lo mejor del día después de descubrir la insignificancia de un terminal de cédula.






















Cinco de la mañana, la familia parte hacia la capital, Carmela toma su permiso laboral para efectuar compras por el terminal de cédula, por lo que después de dejar a Paolito en el colegio, (reconozco que la solución vial de Santa Mónica hecha por el gobierno agiliza enormemente el tránsito matutino en la Valle Coche, aunque tiene muchos detalles pendientes por resolver, espero que en el corto plazo), nos vamos al Plaza´s de Prados del Este y dejo a Carmela en el puesto treinta y pico para comprar papel, jabón y caraotas. Me fui al Plaza´s de Alto Prado PA ver que había, logrando comprar leche desnatada, descremada, deslactosada y demás “Des”, nestea en polvo, algo de vegetales (Brocoli a 750 Bolos el kilo, vainitas a 550 y coliflor a 500), leche evaporada a 500 bolos la lata de 500 cc y queso guayanés a 1.800 Bolos el kilo (un sueldo mínimo en una hora de compras).
Cuando estaba en la cola para pagar, me llama Carmela para pedirme que la buscara porque ya había terminado ¿Ya terminaste? Si, solo pude comprar 4 paquetes de caraotas negras, porque de repente llegaron dos camioneticas por puesto con unos 50 bachaqueros quienes con actitud amenazante se colearon en la entrada y acabaron con el papel higiénico y el jabón panela.
Después de pagar la fui a buscar y nos dirigimos al Central Madeirense que se encuentra en la entrada de Manzanares donde encontramos algo de arroz aliñado con ajo, un aceite de oliva carísimo y harina de trigo a 300 Bolos, obviamente aprovechamos para comprar una reservita.
Se entenderá que no decidimos seguir con las compras porque las tarjetas gemían de manera inusual, así que recogimos a Paolito en el Colegio y PAL Tuy, donde el astro rey nos esperaba con los brazos abiertos para arroparnos y achicharrarnos.
El día no se había terminado por ser el día de servicio de Hidrocapital , así que Carmela se quedó en casa para cazar el “Agua Potable” que la Hidrológica, tiene a bien enviarnos, una vez por semana, en estos días cuando se culpa a los infantes de todos los males asociados al agua. Yo me fui a Santa Teresa del Tuy para visitar a mi hermana y llevarle unas provisiones para negociarlas, en el camino saludé al Ché, quien falleció muchos años atrás debido al canciller (tremendo pana a quien respetaba y admiraba como individuo y trabajador) y a mis padres, cuyos restos yacen en el mal llamado Campo de Paz, ubicado cerca de una zona industrial de la Raiza, para mi ellos son dos chimeneas del Sistema de Bombeo Tuy II que se ven desde la vía, y los saludo a los tres y a otras personas queridas, tantas veces como paso por esos lugares, incluyendo a la hija de mi hermana. En realidad no tengo ni idea de la validez de los saludos y si estos llegan a algún lugar, pero me permito creerlo.
Mi pueblo de crianza se desplegó ante los ojos, nada nuevo, la caída de la tarde aterra en los Valles del Tuy, especialmente en Santa Teresa, un pueblo caliente, muy caliente, calles sucias al igual que muchas paredes, con demasiadas almas en la calle tratando de comprar algo y últimamente más aterrador con las endemoniadas colas cargadas de desesperación, malas miradas, coqueteando con la violencia y con desenlaces fatales en algunos casos, población donde te encuentras generalmente con sorpresas poco gratas, por ejemplo, una señora amiga me contó posterior al saludo que en el Unicasa se había armado una sampablera y hasta a una señora o varias debieron trasladar al hospital por heridas con cuchillos ¿Adivinan? Riñas entre bachaqueros y los ciudadanos decentes haciendo su cola, adicionalmente parecía que se había producido un tiroteo en la Plaza Bolívar entre policías y malandros, resultando supuestamente un policía muerto, no terminé de averiguar si algún malandro cayó en el cumplimiento de sus fechorías. Ya con mi hermana me cuenta lo mismo de siempre, todo carísimo, no se encuentran los productos, la cola en el Día a Día el cual volvieron una ñoña, son permanentes, todo un día perdido tratando de pagar derechos de frentes y demás impuestos, copias por aquí, copias por allá, el calor infernal, no tiene agua y paremos de contar para no alargar el asunto.
Habiendo cumplido con las relaciones protocolares familiares, me enfilo hacia Charallave, calándome la mega cola de la Raiza, para entrompar finalmente en el tramo de la Verota perteneciente a la Autopista de Oriente, proyectada en la cuarta como y dicen por ahí “parcialmente inconclusa”, en la referida autopista me fijé en la tarde por segunda vez, esa tarde que se asemeja un gran manto blanco cayendo lentamente del cielo, para adherirse a nuestras carnes como lo hacen las gasas sobre los cuerpos de personas con quemaduras de tercer grado, quien realmente se fija en el principio del final de la jornada solar ha de sentirse agobiado, el ambiente es denso, generalmente contaminado, extremadamente brumoso, borroso, antes de esos momentos a eso de las 17:45, cuando el sol se ve como más limpio y se puede fotografiar en toda su inmensidad.
Puedo afirmar que ese momento fue uno de los valores máximos de la función matemática que rige nuestro trajín diario, claro, todavía faltaba el otro vinculado a la llegada del agua, , el llenado de tanques y peroles, quitarle la babaza que se forma en el tope de los envases, lavar la ropa, preparar comida, fregar, etc; pues bien, habiendo recapitulado el día, todas las “arrecheras” se sumaron, claro, también pasaron algunas cosas buenas, pero las que te forman un tarugo en el estómago prevalecieron, hasta que me fijé verdaderamente en el primer árbol en la vía, pensando que siempre he tenido en mente fotografiar estas figuras, especialmente las desnudas, con esas formas armoniosas que parecieran llamarte a gritos para que las observes y detalles, para que veas la belleza de la tarde a través de ellas, para que te rindas ante la naturaleza, el mayor artista de la historia, el programador de la “matrix” que nuestro cerebro percibe y reconstruye como realidades continuas.
Me detuve muchas veces, a veces en sitios peligrosos, pero no me importó porque el matiz había cambiado, la tarde era otra, era distinta, se convirtió en un refrescante escenario donde los árboles cobraron vida, dejaron de mostrarse como seres inanimados, acariciados o golpeados por el viento y la lluvia, prevalecieron los desnudos, me obligué a pensar cómo serían sus vestimentas y solamente vi belleza, aunque la ausencia de hojas vistiéndolos compite palmo a palmo con las verdes sensaciones.
El arte mostrado en cada árbol, reside en el ojo de quienes los notamos, allí reside la perfección.
PAO.

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