lunes, 15 de febrero de 2016

La vida oculta de las sábanas.


Los momentos ideales, después de lavadas y perfumadas, hablamos con el sol, sentimos el viento pasar suavemente por nuestras humanidades, bidimensionales a veces, tridimensionales cuando nos retorcemos de placer, nuestra memoria se borra momentáneamente, nos olvidamos de lo que acumulamos por minutos, horas, días, semanas y hasta meses.
Nuestro lugar habitual de residencia es otra historia, somos las guardianas de los secretos individuales, de los secretos de las parejas, inclusive de más personas actuando simultáneamente, limpiamos los líquidos indeseados, las asquerosas babas nocturnas de quienes no pueden dormir con sus bocas cerradas, albergamos los flujos de las fidelidades e infidelidades, las propias y las que lleva consigo a espaldas cada participante, absorbemos sus humores, sus olores, sus placeres y sus miserias, quedamos impregnadas con una mezcolanza de sentimientos, pasiones, amistades y demás sensaciones que ocurren por horas o en minutos.
Oímos las conversaciones, de manera directa o indirecta desde las fundas de las almohadas, el día a día contado, balbuceado, gritado, demasiadas discusiones a veces, las estupideces humanas, las ironías, los celos, profundas disertaciones, sentimos la mediocridad, el intelecto, las buenas y malas vibras, el miedo mientras eres asaltado por un grupo de bastardos, las violaciones, todo, absolutamente todo, mientras protegemos a un privilegiado colchón que vestimos de manera obligatoria, pero inevitablemente se entera a través de nosotras de lo que sucede encima suyo, más allá del peso que debe soportar.
Quizá en el futuro seremos imprescindibles, no solo para lo que hemos sido creadas ortodoxamente, sino para informar a terceros de las incidencias que almacenamos, seremos las espías del futuro, de nuestro cuerpo se extraerán los secretos biológicos antes de que nos laven y estos finalicen en cualquier cuerpo de agua o en la tierra.
Mientras tanto, seguiremos soñando con esos instantes puros y limpios, cuando se nos concede una libertad parcial para interactuar con los elementos, cuyas intimidades no compartimos, solamente sus esencias, huellas básicas que por eones han enfriado y calentado el ambiente que miramos con agrado, con pasión, con deseo, una química inobjetable, permanente, imborrable.

PAO.

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