lunes, 15 de febrero de 2016

Mi buena acción del día.


Paseando por Caracas, específicamente por la zona de la Campiña, un Sr. anciano me detiene para servirle con una carrerita, por lo que raudo hice unas cuantas peripecias con mi vehículo para acercarme lo más posible a él, pero no fue suficiente, porque me pidió que me acercara más mientras se aferraba a su bastón color azul metálico. Una nueva maniobra me aproximó un poco más al Señor quien parecía no poder arrancar en lo que al movimiento de sus piernas se refería, simplemente trataba de avanzar pero parecía que un campo de fuerza lo detenía, en consecuencia me bajé del carro para ayudarlo y repentinamente se activó la orden de avance, permitiéndole sentarse en la parte trasera de mi Festiva.

Le pregunte: ¿Hacia dónde se dirige? Respondiendo que tenía que ir a la panadería para comprar dos canillas y después tenía que dirigirse a un restaurante chino.

Al llegar a la panadería le solicité que me diera la plata porque le iba a comprar el pan, me dio cien bolos y me dirigí a la panadería dejando las puertas cerradas con la alarma activada y los vidrios abajo. Obviamente, en la panadería la despachadora estaba ocupada detrás del mostrador haciendo algo que no podía ver, y de pronto escucho que la alarma del carro se activa, me dirijo a la salida, la desactivo y veo al Señor bajándose del carro para acomodarse en el asiento delantero, al entregarme la señorita el par de panes, me dirigí a la caja para pagar y una vez entregados los panes al Señor, el vuelto y la factura, continuamos nuestro camino; él me aclaró que iríamos a un restaurante chino que se encontraba a unas cuatro cuadras del lugar.

Ubicado el lugar en cuestión, lo ayudé a bajarse del carro y nuevamente noté que una vez erecto sobre sus extremidades, el campo de fuerza parecía haberse activado nuevamente, le ofrecí mi mano para guiarlo y después de ejercer cierta tensión sobre esta, empezó como a correr hacia la puerta del restaurante, la cual estaba cerrada, trató de darle unos toquecitos con el bastón, pero eran muy suaves, por lo que me acerqué a esta y le di varios toques fuertes con mis llaves. Inmediatamente salió quien debía salir, un Señor asiático, seguramente chino, lo saludó, abrió la puerta y el protagonista de este post, entró para hacer su pedido.
Me quedé hablando un rato en la calle por teléfono (cerca de 15 minutos), y al terminar entré al restaurante para ver como estaba la cosa por esos lares, vi al Señor sentado en un taburete esperando su orden y decidí sentarme a su lado para chacharear mientras esperábamos.

Yo soy Paolo, mucho gusto. ¿Cómo se llama Ud.? Me llamo Taz Polanco (estoy utilizando un nombre ficticio, porque el verdadero no viene al caso). Dígame Sr. Taz, ¿Qué problema tiene en las piernas? Me dijo que sufría de Parkinson localizado en las extremidades inferiores y en su garganta, por lo que a veces no podía hablar bien. Me dijo, grosso modo, que se trataba de un problema con la dopamina la cual se liberaba de manera descontrolada, evitando que las instrucciones cerebrales llegaran a los sitios adecuados al pensarlas, aclaró que cuando tenía que moverse, la orden se generaba en el cerebro pero no llegaba correctamente a los conjuntos musculares y nerviosos de las extremidades, por ello a veces le tomaba cierto tiempo iniciar el movimiento. En ese instante entendí perfectamente el asunto del campo de fuerza que detenía a Taz por unos segundos antes de iniciar sus movimientos.

¿Qué edad tiene Ud. Sr. Taz? 82 años respondió. ¿Y desde cuándo tiene Parkinson? Desde el año 2010, a los 77 años comencé a sentir ciertos mareos y desorientación, y en esa fecha me detectaron la enfermedad. Antes yo corría por más de una hora por la cota mil, pero ahora estoy limitado, de hecho, me cuesta mucho conseguir los medicamentos con los cuales abusan los intermediaros, que lo compran a 6,30 Bs./$ y lo terminan vendiendo a 12 Bs./$ Generalmente, las pastillas me las envía un hijo desde un país suramericano, caso contrario me la pasaría en una sola tembladera en las extremidades. Para colmo mi esposa también tiene ciertos problemas porque ha sufrido dos fracturas de cadera, la primera vez la ayudé y la atendieron inmediatamente pero la segunda vez ella dijo que no era nada grave y a las dos semanas tuvieron que atenderla por emergencia y no pudieron sanársela adecuadamente, quedando por ende, con problemas de movilidad.

A pesar de todo, no nos quejamos, la gente es muy buena con nosotros en la calle, los venezolanos son muy gentiles, nos ayudan, nos trasladan, siempre nos dan una mano por nuestras condiciones físicas. Le dije que considerara mi servicio como mi buena acción del día, así podría compensar algunas malas, por otro lado.

Finalmente llegó la orden en manos de un chino, quien le dijo el precio (no se, cerca de 500 Bs.), y Taz le dio su tarjeta y cédula para que cobrara el servicio. Concretada la transacción, tomé los alimentos y salimos del restaurante, no sin antes ver a Taz como danzar con los pies en el mismo lugar por varios segundos, para después salir caminando apresuradamente hacia el carro, casi corría.

Nos trasladamos nuevamente al punto de partida, unas cinco cuadras adelante, y mientras él se bajaba, tomé el almuerzo y lo acompañé a la `puerta del edificio donde vivía con su señora esposa. Como entenderán los lectores, nuevamente se activó el campo de fuerza mientras Taz salía del carro y trataba de llegar a casa, miré al cielo y le pedí a Jean Luc Picard que lo desactivara para que Taz terminara su odisea, lo cual sucedió, y me atreví a decirle lo siguiente en tono jocoso: "Sabe Taz, cuando se encuentre en ese tres y dos que lo mantiene atornillado al suelo, le recomiendo que se de unos colpecitos con el bastón en sus piernas para activarlas", él se rio con cierta picardía al oir mi recomendación. Antes de bajarse, le di mi número telefónico y lo invité a llamarme cuando requiriera trasladarse, acción que aceptó gustosamente, dándome su número para futuros contactos.

Respecto al pago, cuando me preguntó le dije: ¿Cuánto cree Ud. que cuesta el servicio prestado? Respondió: 350 Bs., bueno, entonces deme 250 Bs. y saldaremos esta relación comercial

Particularmente, el hecho de compartir con Taz por unos 45 minutos me pareció una experiencia interesante, distinta a las usuales y más allá de exponer hasta cierto punto la privacidad de un individuo respetado por mi, creo que más bien, como deber, debo tratar de resaltar su existencia y la tenacidad que muestra, por encima de su enfermedad, para tratar de desenvolverse como una persona normal en la calle, comprando alimentos para compartirlos con su esposa. Quizá algunas mentes cerradas y atormentadas se sientan agredidas por esta exposición, la cual considero un homenaje a un ser humano que alegró mi día, usualmente gris en una ciudad igualmente claroscura, desempeñando temporalmente algo que da pocas satisfacciones, salvo las monetarias y la posibilidad de compartir mi existencia, de vez en cuando, con seres extraordinarios.


PAO.

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