martes, 9 de febrero de 2016

Fin de año, madurez implacable.

Fin de año en Santa Teresa del Tuy, con la familia, con los amigos de la juventud que no pude saludar, pero que siempre están en mis pensamientos, más allá de las actuales vicisitudes, vulgares semillas que recién estoy sembrando sin darme cuenta y cuyos frutos, dulces o amargos, comeré veinte años adelante si todavía vive mi cerebro.
Un corto paseo por un pueblo plagado de una desaseada muchedumbre en la que siempre me sorprende algún conocido que dejé atrás, activando infinidad de recuerdos y sensaciones que formaron parte de mi juventud, protegido sin saberlo por mis viejos y decenas de personas, sus costumbres y tradiciones. Veo los surcos de la edad correr como lágrimas por las caras de los paisanos de mis padres, espeluznantes muestras del correr del tiempo mientras me he mantenido ausente, alejado de ellos. Veo como las expresiones en las tersas caras de las mujeres que conocí se han endurecido, algo así como haber viajado a la velocidad de la luz por unos meses y posteriormente regresar para enfrentar la realidad. Veo demasiados rostros nuevos, veo demasiada suciedad que el viento acomoda como adornos navideños a su antojo sobre el concreto. Recibo con cierta aprensión la recomendación de un amigo adulto respecto a no dejar los celulares sobre la mesa del establecimiento donde estoy tomando un café con mi esposa.
Recuerdo a mi amigo eterno de la infancia y juventud, unidos por la música que escuchaba todas las tardes frente a la casa, recuerdo a través de sus recuerdos una vida desinhibida, pendiente solamente de un cholazo de papá por portarme mal, secándome todo el cuerpo después que un amigo de la familia vació un tobo de agua sobre mi humanidad porque lo tenia atormentado con Queen todas las tardes, comiéndome unas 15 naranjas después de exprimir unas cincuenta para el negocio de los viejos, las cuales aligeraba con un poco de agua para terminar más rápido y papá finalmente complementaba con jugo de naranja Carabobo, obteniéndose el mejor jugo cítrico de Rancho Grande.
Me recuerdo a mi mismo pasando por esa película como un simple espectador sin poder olvidarla después de salir de la sala de proyecciones y mirar en un espejo que mis facciones también se han endurecido, al igual que mi percepción irónica de la vida la cual funciona como una piel que no se puede mudar.
Veo a primeras horas del principio del año, a tres felices seres embadurnados con una conciencia etílica que los mantiene con extrañas sonrisas que pocas veces he podido esbozar (obviamente los fotografío), uno de ellos es un conocido de la infancia, nada escandalosos por cierto y hablando quizá con cierta coherencia en ese mundo que observo desde una distancia razonable, veo a una especie de zombi ebrio que viene bajando por la calle libertad, desde la antigua maternidad, pareciendo caerse con cada paso pero manteniendo el equilibrio, veo a dos jóvenes que al verlo se paran del escalón donde se encuentran sentados para evitarlo, veo a un grupo de personas desayunándose con cerveza mientras intercambian ideas que supongo serán interesantes, veo a Miguel, recién fugado de la cárcel, quien me persigue con la mirada para pedirme otro aguinaldo, la noche anterior imitaba, nadando en drogas, a Jack Sparrow, el protagonista de Piratas del Caribe.
Mientras veo la escena matutina, me veo a mi mismo como un drogadicto fumando restos de cigarros aún no terminados, porque ya la droga se había acabado en la madrugada, me veo alistándome para huir del calor Tuyero con la familia, me veo guardando mis recuerdos en un bolsillo, al igual que una revista del Queen Fan Club del año 1983, no sin antes degustar una rica arepa preparada por mi hermana y llevarnos dos bolsas con las exquisiteces que sobraron de la noche anterior.
Mientras me alejo con mi familia, con un tanque full de gasolina que me evitó la molestia propia del primer día del año para equipar, veo un pueblo tranquilo, apacible, en el cual los recuerdos me esperan pacientemente para activarse cada vez que sus calles sientan el peso de mis pasos

PAO.

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