domingo, 14 de febrero de 2016

La bestia.


Había amainado la cobija calurosa, hora de sentarse en el patio trasero para observar el crepúsculo, algunas nubes comenzaron a agruparse sospechosamente, remolinos en cámara lenta, una pelicula conocida, la misma protagonista, la tarde, los colores, los abrazos gaseosos calentados por mi señor sol, convertidos en tonalidades múltiples.

Todo era perfecto, por un momento, un insignificante momento para el tiempo, grandioso y solemne para un mortal, pero el éxtasis fue ínfimo, le pertenecía al tiempo, todo cambió, los monstruos aparecieron de nuevo, sus fauces se magnificaban con el fuego de fondo, una irónica poesía hablada ante un grupo de desconocidos, otrora conocidos pero desconocidos al fin. 

El miedo pasó tan rápido como el tiempo, otra bestia implacable, el viento diluyó los cuerpos, los dientes, las miradas de fuego pegadas sobre los negros cuerpos que merodean como demonios humeantes en el firmamento, otro momento, cierro los ojos unos segundos y al abrirlos, un nuevo lienzo aparece para revivir con nuevas pinceladas antes de convertirse en un cuadro que enmarca la inevitable oscuridad.

PAO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores